Siempre

Artículo Octavio Carvajal: ¡Lenguas cobardes!

“Les ha importado un pito la muerte de Gonzales, quien ofrendó su vida buscando la paz de todo un país que olvida de acuerdo a los intereses políticos y económicos”

15.07.2017

Tegucigalpa, Honduras
¿Cuándo se los llevarán? es la pregunta que comúnmente nos hacen muchos lectores de EL HERALDO que añoran la extradición definitiva de poderosos políticos y empresarios ligados a la narcoactividad.

Al final de cuentas, nadie agradece ni así paguemos con la vida como lo hicieron los malogrados Alfredo Landaverde y Julián Arístides Gonzales.

Antes del combate policial y militar a peligrosos narcos, el general Gonzales -zar antidroga- fue asesinado vilmente en un viejo callejón del barrio Guanacaste de Tegucigalpa tras bajar de El Hatillo de dejar a una de sus hijas en la escuela. Tenía años luchando casi solo contra este flagelo que salpicó a “líderes” políticos y financieros. Trajeados, pero léperos.

El reloj marcaba entre las 6:00 y 7:00 de la mañana del 8 de diciembre de 2009. Dos sicarios a bordo de una motocicleta que habrían salido del Cuartel de Casamata dispararon más de nueve veces contra la humanidad del exgeneral de brigada convertido en enemigo acérrimo de capos, de agentes y oficiales de Policía cómplices de sus maldades impunes.

Amor
Su crimen sigue sumido aún en un mar de dudas. Ningún mando ha querido ni ha tenido voluntad para aclararlo.

Les ha importado un pito la muerte de Gonzales, quien ofrendó su vida buscando la paz de todo un país que olvida de acuerdo a los intereses políticos y económicos. Murió dentro de la camioneta Nissan Patrol que no estaba provista de blindaje.

Solo bullicios de que este o el otro ordenaron eliminarlo. Pura paja hablan todos. Injusto e inaceptable que autoridades y civiles hayamos relegado o nos hagamos los locos siendo exigentes.

Nadie preció su valerosa labor contra el mundo narco. Como si hubiese sido ayer, recordamos a Lesly Portillo, llorando inconsolable, totalmente turbada, sobre el cadáver de su esposo.

Cobardes
Para rematar, dos años después, otro de los bastiones contra la narcoactividad falleció a tiros. Olvidar a Alfredo Landaverde por sus firmes y últimas críticas sobre financieros y políticos narcos es imperdonable para los hondureños.

Medio mundo le exigió nombres y, al final, pagó con su vida la posición gallina de miles de frustrados. Dejen la hipocresía, por favor.

El 7 de diciembre de 2011 a eso de las 10:00 de la mañana salió de su casa en los entornos de Santa Lucía, Francisco Morazán, con su apegada esposa Hilda Caldera. Dos delincuentes motorizados dispararon contra el pequeño vehículo azul celeste guiado por el feroz Landaverde, quien perdió el control del volante y se estrelló contra un poste metros abajo del semáforo que une con la colonia San Miguel.

Atrapada por la angustia, Hilda -con un rozón de bala en su espalda- pidió auxilio para llevarlo a un hospital, pero murió en el camino por las balas que le infirieron matones.

Se presume que eran policías. Demasiada casualidad que dos hombres enemigos del crimen organizado fueran liquidados en similares ambientes. Todo mundo sigue calladito.

Cuentos
La misma canción de Gonzáles. “Estamos investigando…pronto daremos con los criminales…no dormiremos hasta capturarlos”. Chabacanos, cuentistas. Apresaron a uno por la muerte de Landaverde (ya condenado), pero el acusado es una tumba. Entra y sale de los tribunales y ni los jueces cantan quién le ordenó matarlo. ¡Qué pajazo el de ustedes!

Exigimos, criticamos y urgimos nombres de capos y sus comparsas, pero jamás exponen ni los pelos. ¿Quiénes de ustedes sinvergüenzas serían baluartes como Gonzales y Landaverde? Cabezas calientes demandaron a Landaverde que cantara la identidad de políticos y empresarios narcos y ni siquiera llegaron a su velatorio ni al de Gonzales.

Julián Arístides y Landaverde identificaron trajeados bandoleros que sellaron sus muertes. Eran estorbos del narcotráfico.

Ningún estúpido “defensor” de derechos humanos, blasfemos de templos ni civiles encendidos saben dónde están enterrados estos honorables paisanos.

Los cobardes, incluidos los incultos, brincan por intereses puramente de mezquinos.

Gran porción de la sociedad es insincera y pancista. Ofrendar la vida buscando la paz de los demás es un terrible pecado en Honduras. No pataleen que ni a gallinas llegan.