Siempre

Darío Rivera y su promesa de mármol a Obed Valladares

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01.07.2017

Cuando Darío Rivera habla de escultura lo hace con la pasión de los primeros años en Bellas Artes, cuando aprovechaba cada instante en el taller porque quería ir a las profundidades de ese mundo que se le había abierto con la escultura.

Mientras habla, gesticula con sus manos callosas por el trabajo duro de manipular el mármol hasta darle la forma que desea. Su trabajo es la pasión y la disciplina esculpida, una obra que se complementa con el fuerte deseo del artista no solo de hacer lo mejor que puede, sino también de compartir todos los conocimientos que tiene y que son su mejor herramienta.

Lo que Rivera es hoy, también hay que agradecérselo a su madre, quien se empeñó porque él estudiara en el colegio, y en su afán de darle opciones a su hijo que lo único que soñaba era trabajar con su papá y no estudiar, se encontró con la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA), donde finalmente el encaprichado adolescente descubrió que era poseedor de un gran talento, que iba más allá de los dibujos que hacía en papel.

Esa pasión y talento fue observado por Obed Valladares, el gran maestro de la escultura hondureña, quien antes de morir prematuramente a los 39 años, le hizo prometer “que iba a sacar adelante la escultura de este país”, dijo el artista, quien ante esta petición respondió que sí, cuando apenas corrían los primeros años de 1990.

Inquietud

Desde que era alumno de Bellas Artes, Rivera ya participaba en exposiciones y en antologías de arte. En 1993 ganó la Bienal de Escultura y Cerámica del IHCI, siendo estudiante de la ENBA, su obra en cerámica se titulaba “Enrollada”. “Es así que mi carrera toma mayor fuerza, sabiendo que estaba obteniendo frutos de lo que producía, siendo aún un alumno”, dijo el artista.

Desde esos primeros años figuró con premios y menciones de honor, “cuando salí de Bellas Artes tenía alrededor de 30 trabajos y monté mi primera exposición individual”, recuerda el escultor sentado en una banca del patio interior de la Galería Nacional de Arte (GNA), mientras al fondo descargan una de las obras del I Simposio Nacional de Escultura, en el que participó, no solo haciendo su obra, sino también ayudándole a otros escultores que se lanzaron a la aventura de trabajar el mármol y la piedra, materiales que requieren no solo paciencia, sino también fuerza.

Inicia la aventura de los simposios

En 1999 unos amigos italianos lo invitaron a un simposio de escultura en Carrara, Italia, una ciudad donde se desarrolla una importante industria marmolística, gracias a su mármol blanco.

Ese momento fue importante para el artista, ya que amplió su visión y conocimiento sobre las técnicas de la talla directa.

“Con este viaje se me abrió otro mundo y oportunidades”, expresó, posteriormente él y Adonay Navarro tuvieron la oportunidad de participar juntos en este encuentro. “A partir de ahí nosotros emprendimos otro momento en la escultura”.

Después de eso en Honduras se llevó a cabo el evento Arte para Todos (2004), una iniciativa que reunió a alrededor de 60 artistas del mundo.

Esto los puso en contacto con otros exponentes, generó un reencuentro entre antiguos colegas, y en la escultura se empezó a gestar un movimiento del que es prueba el primer simposio de escultura organizado por Fausto Tábora, quien fue el precursor de estos proyectos en Honduras.

Darío Rivera sabe que no es fácil ser artista en el país, pero eso ni a él ni a los demás les quita las ganas de seguir trabajando en la construcción de una trayectoria que busca integrar a otros, aunque siempre ha tenido que enfrentarse a su trabajo más duro: educar a la gente.

Su fe

No podemos hablar de Darío Rivera sin mencionar su fe en Dios, y ya que hablamos de un escenario artístico que en Honduras se pinta complicado, el escultor dijo que es en este entorno en el que Dios le ha demostrado su sostenimiento.

“Siempre he querido hacer una obra ligada a dar la honra a Dios, pero no hallaba cómo hacerlo porque es difícil tocar un tema espiritual que no caiga en lo religioso, en el fetichismo, en la adoración a ídolos y todo eso que se da con la escultura, el tema es escabroso y para mí ha sido difícil tocarlo, pero he visto que Dios me ha llevado de la mano y por fin lo he logrado”.

Hace unos años creaba figuras de mujeres embarazadas, posteriormente desarrolló una serie sobre la vida, representada a través de fetos de animales, huevos rotos por el nacimiento de un nuevo ser, o semillas de las cuales salían raíces.

“Todos mis trabajos van enfocados a la vida y la muerte, porque eso es lo que somos, desde que nacemos comenzamos a morir”.

“La obra de arte es una página en blanco para escribir un mensaje y darlo a conocer al mundo, ese es mi objetivo... confronto al público para cuestionarlo sobre el lado en el que quiere estar, del bien o del mal, y al mismo tiempo es una forma de evangelizar, de tener la oportunidad de hablarle de Dios”, señaló, y agregó que si no es fácil abordar el tema del arte y la cultura, “imagínese meterme en la cuestión espiritual de las personas, es doble la carga, es el trabajo para el cual he sido llamado, y siento que el éxito que he tenido en la escultura es porque Dios me ha respaldado en todo, porque tiene un propósito con la escultura que yo hago, que es llevar el mensaje del evangelio”.

Actualmente, su obra sigue hablando de la vida y la muerte, con el componente del bien y el mal.

Una nueva generación

Allá por 2013 el crítico de arte Carlos Lanza decía que en Honduras los escultores se contaban con los dedos de las manos, a 2017 esa realidad va cambiando, por el empeño de escultores que se han sumado a simposios, formando una generación con los valores de Obed Valladares, de trabajar con disciplina y no darle cabida al egoísmo.

“Cuando le hablo de que creamos un movimiento duradero de escultores, es precisamente trabajando en eso, en que las personas sean abiertas a transmitir su conocimiento, a servir, ayudar”.

Valladares logró sembrar en sus alumnos una semilla que sigue germinando y dando frutos. La historia y la escultura darán testimonio del esfuerzo de los artistas.

Al pedirle hablar de lo que visualiza para su futuro, Rivera dice que es complicado hacerlo, pero se animó a decir que “sé que Honduras va a ser un país visto en toda Centroamérica y Latinoamérica por la escultura, eso se lo garantizo, porque el movimiento que estamos creando no es para que mañana desaparezca, estamos creando un movimiento para que perdure, que los artistas más jóvenes sigan con este afán, entusiasmo y compromiso”.