Honduras

'Escuchaba a los niños pedir ayuda”

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05.02.2017

Tegucigalpa

Un fuerte estruendo alarmó a los vecinos del kilómetro 10 de carretera que de la capital conduce al sur del país, a la altura de la aldea Santa Rosa. Era el alarido de la muerte.

“Yo iba pasando justamente cuando se produjo el accidente, la rastra venía sin frenos, impactó contra el bus, lo arrastró y lo estrelló contra el paredón”, recordó Rolando Ramos, testigo del percance vial que dejó un saldo de 23 muertos y 35 heridos.

El fuerte impacto que se produjo en tan solo unos segundos, terminó con una nube de polvo que evitaba ver el amasijo de hierro.

“Yo me paré al igual que otras personas, comenzamos a auxiliar a los heridos, y solo escuchaba a los niños pedir ayuda, comenzamos a sacar a todos los lesionados, fue algo impactante”, expresó Ramos mientras constantemente respiraba profundo, pues todavía no salía del asombro.

Como podían, los buenos samaritanos extraían del interior del automotor amarillo a cada uno de los sobrevivientes.

“Lo que me hizo llorar fue cuando una niña de unos cinco años me pidió, ‘lleve a mi mamá al hospital, por favor, que no quiero que se muera’, la niña estaba en shock y llena de sangre y se miraba su desesperación porque salvaran a su madre”, recordó Ramos mientras se le quebrantaba la voz.

Los segundos pasaban, las personas que fueron rescatadas por los civiles eran trasladadas en vehículos particulares. Por su parte, el conductor de la rastra fue rescatado con lesiones leves.

Salto

Bajo la sombra de un árbol, mientras era ayudado por dos mujeres, se encontraba José Máximo Ponce, de 69 años, quien es uno de los que logró salir con vida del accidente y que iba con dirección a San Miguelito, Francisco Morazán.

“Yo sentí el fuerte encontronazo, fue cuando me tiré del bus, iba casi enfrente de la puerta, me golpeé la cara, el cuello y el pecho, al levantarme estaba desorientado, no sabía para dónde caminar”, relató Ponce mientras mostraba los raspones que dejaron en su cuerpo su acción.

El señor, que iba parado en el pasillo del bus a unos pasos de la puerta, recordó escuchar los gritos de las personas mientras trataban de salir del automotor. El lugar del choque era invadido por la desesperación y el llanto de familiares y amigos de las personas que abordaron la unidad.

En el hospital

Otro de los sobrevivientes fue Rigoberto Zepeda Estrada, estudiante de 19 años de edad, quien se dirigía a su casa.

El joven estudia Finanzas en el Instituto Técnico José Abelardo Ramón Fortín, de Comayagüela, y acababa de salir de clases.

“Venía saliendo del colegio y tomé ese bus que venía de ruta, yo iba (mandando mensajes) con el celular y cuando menos acordé sentí el impacto”, declaró el estudiante.

Agregó que el brutal impacto que recibió el bus fue en la parte trasera y él iba en los asientos de en medio.

El joven relató que por el fuerte golpe perdió el conocimiento y despertó ya en el HEU, donde fue atendido. Estrada aseguró que en el bus también viajaban otros alumnos de su mismo colegio.

Por su parte, Felícita Estrada, madre del menor, le da gracias a Dios porque lo dejó con vida.

La señora de 50 años aseguró que salió desesperada de su casa en busca de su hijo y llegó a pensar que lo podía perder.

“Yo me siento mal, pero le doy gracias a Dios porque me ha dejado a mi muchachito y ya está estable, pero tantos fracasos que hay ahí, demasiados muertos, porque muchos de sus compañeros aquí están (hospital) con él también”, afirmó la madre. El joven fue trasladado de la unidad de emergencia del centro asistencial a una carpa que instaló la Cruz Roja para contribuir a atender a la gran cantidad de pacientes que ingresaron heridos, ya que no tenía lesiones muy graves

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