Honduras

Enfermera por vocación, pero alfarera por pasión

María del Tránsito García combina las jornadas de la salud con los afanes del barro y la alfarería, el oficio con el que ha logrado mantener a sus 13 hijos, quienes se han convertido en sus fieles colaboradores

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22.04.2017

Ojojona, Honduras
“La necesidad de darle de comer a mis hijos fue lo que me motivó a buscar otra fuente de ingresos en mi hogar”, recuerda con orgullo doña María del Tránsito García, una enfermera que también dedica parte de su tiempo a la alfarería.

Afirma que su vocación es la enfermería, pero ser alfarera sin duda es el arte que lleva en su sangre. “Cada día es un reto en mi trabajo, pues trato con pequeños que llegan a la Emergencia de Pediatría del Hospital Escuela Universitario con muchas enfermedades”, dijo la señora que a sus 56 años parece inmune al cansancio.

Y es que su fortaleza de madre y mujer la han llevado a enfrentarse a arduas jornadas laborales. Sin embargo, es tan grande su deseo por salir adelante que aún llegando de cansados turnos, prefiere llenar sus manos de barro y moldear piezas que irse a la cama o sentarse frente al televisor.

Así fue como lo describió el mayor de sus hijos Denis Irías, quien apuntó que su madre puede pasar horas en el pequeño taller de su casa de adobes plasmando sus ideas en el barro del que logra hacer jarrones, animales o cualquier cosa que se le ocurra durante el día.

“La alfarería es cansada, dice doña María con una notable sonrisa en su rostro, pero esto es lo que amo hacer; para mí no hay mayor satisfacción que llegar a la casa y trabajar en una pieza hasta que la termino y la veo con sus acabados terminados”, comentó la señora.

En su casa también tiene su taller de pintura. Foto: Marvin Salgado

Después de su turno en el hospital Doña María trabaja en su taller.

A su edad, ella solo sabe agradecer a Dios por haberla sacado de la oscuridad que vivió desde su niñez hasta el fracaso de dos matrimonios que le dejaron 13 hijos por los que ha sabido luchar y realizar diferentes trabajos con el fin de que no sufran lo que a ella le ha tocado.

“Mi infancia no fue la mejor, yo nací en 1961 en un hogar pobre, soy la mayor de cinco hermanos y mi madre no tuvo el apoyo de mi padre, lo que la obligó a dejarnos con mi abuela, en el Morito, Yoro. Con ella sufrimos malos tratos y nos trataba peor que a los animales”, describe la señora con un firme temple en su rostro.

Ella asegura que esos dolorosos episodios fueron los que la orillaron a madurar a una temprana edad, tanto, que decidió casarse a los 17 años para escapar de la tortura a la que fue sometida por su abuela y uno de sus tíos que la ultrajaba desde los 13 años.

'En la alfarería encontré mi arte; amo pasar mi tiempo libre creando nuevas piezas'

“Admiramos a mi madre por su valentía y por luchar por nosotros, a donde ella iba nos llevaba, jamás nos dejó solos y desde pequeños nos enseñó el valor del trabajo”, dice Denis, quien asegura sentir escalofrío de recordar las batallas de su madre.

Pero ninguno de los problemas que doña María tuvo desde pequeña lograron que se estancara y se hundiera en el fracaso. Al contrario, cada una de las heridas fueron reforzando su vida y animándola a buscar el éxito en cualquier tarea que dispusiera realizar.

Sus piezas
Doña María tiene en sus manos el don de crear lo que se proponga. Comenzó con piezas pequeñas de pared. Hacía mariposas, mariquitas, jarrones. Luego fue desafiando la creatividad con diseños más grandes. Fachadas en teja, pozos y jarrones fueron integrando la colección de trabajos que comenzaban a inundar su taller.

Asegura que el proceso es bastante minucioso, primero se van a la montaña a traer los terrones de barro, le quitan las impurezas hasta lograr una masilla.

Sus hijos se han convertido en sus colaboradores. Foto: Marvin Salgado

Los hijos y nietos de Doña María le muestran su apoyo en todo momento.

Luego, con sus manos logra moldear el barro hasta crear bonitas formas que pasan por al menos ocho horas de fuego y luego recobran vida con la pintura y los demás detalles que les incorpora.

“Los diseños lo tenemos en un cubículo en la entrada a Ojojona, la municipalidad nos ha dado la oportunidad de vender nuestras piezas allí y solo pagamos una cantidad simbólica”, comentó.

Doña María, quien dentro de unos tres años se jubilará de la enfermería, piensa tomar de lleno su papel de alfarera y comprar un torno para hacer el trabajo más práctico, pues en la actualidad solo sus manos logran moldear el barro.