'Solía ser horriblemente quisquillosa con la comida', admite Regina Tchelly, una cocinera y empresaria de 35 años que vive en Morro da Babilônia, Río de Janeiro. 'No me acercaría a nada que fuera de grano integral.' Durante los últimos seis años, sin embargo, ha estado haciendo precisamente eso -y más. Como directora del proyecto Favela Orgânica, Regina ha enseñado a más de 30.000 personas a cultivar sus propias verduras en pequeños espacios, a transformar las pieles de banana, los tallos de brócoli, las cáscaras de calabaza y otras materias primas improbables en manjares y a convertir lo que no se puede aprovechar en la cocina (una lista relativamente corta después de seguir sus consejos) en compost para sus jardines caseros.
El desperdicio de alimentos está lejos de ser un problema insignificante, tanto en Brasil como en todo el mundo. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la pérdida mundial de alimentos y los desechos representan alrededor de un tercio de todos los alimentos producidos. Brasil es uno de los diez países con mayor consumo de alimentos, según informa el Instituto de Recursos Mundiales, con alrededor de 40 mil toneladas de alimentos desperdiciados cada año.
Para Regina, la creación de Favela Orgânica era un poco como un círculo completo. Nacida a miles de kilómetros de Río, en Serraria (pueblo de 6.000 habitantes del estado de Paraíba), creció en un ambiente donde no se desperdiciaba ninguna parte de los vegetales. 'Cosas como las semillas, que no usamos en las comidas, se convertían en aperitivos o se usaban en la medicina tradicional, o para alimentar el ganado. Por eso no me veo haciendo algo innovador, no realmente. Lo que hago es revitalizar prácticas que siempre han formado parte de la cocina tradicional brasileña, como la feijoada', dice Regina, refiriéndose al famoso estofado de cerdo y frijol negro inventado por los esclavos africanos en el que incluso se usan las orejas y la cola de cerdo.
La fundadora de Favela Orgânica llegó a Río cuando era adolescente y trabajó como sirvienta durante muchos años antes de decidir pedir la financiación inicial de la Agencia de Redes Para la Juventud (Agência de Redes Para Juventude) un programa gubernamental para el emprendimiento social a pequeña escala. Eso fue en 2011, cuando Regina estableció su primer taller en su propia casa.
'En la primera semana teníamos a seis personas participando. En la cuarta semana había 40 personas de todas las clases sociales, de las favelas de Río, pero también de Japón, Italia y Francia', dice. Trabajar con participantes internacionales nos ayudó a conectar el proyecto con el movimiento Slow Food y otras iniciativas similares en todo el mundo.
Las favelas brasileñas, al igual que otros tipos de barrios pobres alrededor del mundo, se han convertido en desiertos de alimentos y una parte importante de los esfuerzos de Regina es devolver la atención de la gente a la comida real. “En realidad, es un poco surrealista. En las favelas, la gente a veces termina gastando 12 reales [unos 4 dólares] en una sola botella de Coca-Cola pero se niega a pagar 2 reales [0,75 centavos] por una lechuga orgánica. Tenemos que cambiar esto', dice.
¿Y cómo se puede conseguir? Se necesita 'mucho amor, mucha paciencia y la voluntad de cambiar', según Regina. 'Mi principal preocupación es crear una especie de gastronomía que no sea elitista. Mis recetas tratan de crear un alimento que sea bonito y que también tenga mucha memoria afectiva -algo que tu abuela podría cocinarte', explica.
La mayoría de las abuelas, por supuesto, no se atreverían a cocinar un brownie de plátano o una lasaña de brócoli. Para Regina, también es importante mostrar a la gente que pueden cultivar al menos parte de sus alimentos ellos mismos -lo que suena como un gran desafío en las estrechas casas de la mayoría de las favelas. 'Pero el hecho es que cualquier lugar con un poco de sol es suficiente -incluso puedes llenar un estante con un poco de tierra, ponerlo en la pared y cultivar ahí algunas verduras, especias, incluso tomates'.
Anita de Oliveira Santos, una auxiliar de enfermería de 42 años de Morro da Babilônia, dice que formar parte en los talleres de Regina fue una gran revelación. 'Fue la primera vez que participé en actividades comunitarias en mi favela y al principio me quedé incrédula', confiesa. Las recetas que inmediatamente le llamaron la atención fueron el brigadeiro de plátano (un dulce tradicional brasileño, generalmente elaborado con leche condensada y chocolate en polvo) y el risotto de corteza de sandía. 'Lo llamamos Viagra natural', dice Anita riendo.
'Mi hijo y mi marido seguían diciendo que no iban a comer nada hecho con cáscaras y cortezas. Cociné el brigadeiro de todos modos y lo dejé en la nevera. Cuando regresé a casa después del trabajo, no quedaba nada. Mi marido no se lo creía cuando le dije que se había comido un brigadeiro de piel de plátano', dice.
Regina está a punto de llevar sus recetas y consejos a un público más amplio -su debut como presentadora de su propio programa de televisión en Futura, un canal educativo que podría ser descrito como una especie de PBS brasileño, está programado para agosto. 'Cuando se trata de evitar el desperdicio de alimentos, estoy convencida de que no hay vuelta atrás', argumenta. 'El mundo entero está clamando por este nuevo enfoque y un país como Brasil, con la enorme biodiversidad que tenemos, no tiene más remedio que seguirlo'.
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