Periodismo de Impacto

En Colombia, los libros recuperados de la basura todavía tienen la fuerza de las palabras  

“La mejor herencia que le podemos dejar a un niño siempre será la educación”, asegura Gutierrez, y agrega que decenas de niños han podido realizar estudios superiores gracias a la fundación

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15.06.2018

BOGOTÁ, COLOMBIA

“El día que llene Colombia de libros, me sentiré como Ulises cuando rescató a Penélope y salvó Ítaca de la guerra”, exclama con aires de estoicismo José Alberto Gutiérrez, un hombre de 55 años que desde hace dos décadas se ha encargado de nutrir -con libros rescatados de la basura- más de 450 bibliotecas, escuelas y centros de lectura en Colombia.

Los textos que ha recogido de la basura bogotana el Señor de los Libros, como es conocido Gutiérrez por sus vecinos en el barrio popular La Nueva Gloria, en Bogotá, han servido para que más de 22 mil colombianos de diferentes zonas vulnerables del país, principalmente rurales, comenzaran a imaginar su entorno de una forma diferente.

Adentrarse en la casa de Gutiérrez es aventurarse a recorrer un laberinto de miles de libros amontonados a lo largo de aproximadamente quince metros cuadrados. Saltan a la vista clásicos de literatura universal como Lo Que el Viento Se Llevó, de Margaret Mitchell, una edición en inglés de El principito, de Antoine de Saint-Exupéry, y una colección de obras de Miguel de Cervantes Saavedra. Todos rescatados de la basura.

Los libros comenzaron a llegar de forma intempestiva a finales del 1997. Gutiérrez había empezado su trabajo como conductor de un camión de basura en la antigua empresa de Limpieza Metropolitana de Bogotá y fue en esa ruta por el occidente de la ciudad, la que transitaba todas las noches, donde el brillo de los libros descartados lo encandiló.

Así nació la biblioteca comunitaria que Gutierrez construyó en su propia casa, con la complicidad de su esposa, y luego transformó, hace 10 años, en la Fundación La Fuerza de las Palabras. Desde aquel momento, han sido más de 50 mil los ejemplares de ciencia, literatura, emprendimiento, medicina, entre otros, los que el Señor de los Libros ha recuperado de los desechos y posteriormente repartido a un centenar centros comunitarios y escuelas rurales alrededor del país.

El método de operación de La Fuerza de las Palabras es el siguiente: primero, la fundación recibe una llamada de alguien, en cualquier lugar del país, que busca donar libros o de que se los regalen. Luego, si los textos van para una biblioteca o escuela, los Gutiérrez realizan la selección de los ejemplares infantiles, científicos o literarios que serán de mayor provecho para los destinatarios finales. Posteriormente, dependiendo de la distancia, la organización transporta los textos en su vehículo hasta el lugar de destino o busca de forma impetuosa la manera de patrocinar el envío. Así han llegado a más de 450 territorios en el país.

“La mejor herencia que le podemos dejar a un niño siempre será la educación”, asegura Gutierrez, y agrega que decenas de niños han podido realizar estudios superiores gracias a la fundación.

Según cifras del Ministerio de Educación Nacional, cada año, solo cuatro de cada 10 jóvenes que culminan sus estudios secundarios en Colombia, logra acceder a la universidad. El porcentaje se reduce aún más en territorios afectados por diferentes problemáticas socioeconómicas como el barrio La Nueva Gloria.

A finales del 2017 la fundación mandó por avión cinco cajas repletas de libros a la comunidad indígena Huitotacueimaní, ubicada en una zona selvática y ribereña en el sur de Colombia. Días después, uno de los líderes de ese territorio le respondió con un video en el que asegura que todos los pueblos indígenas de esa región esperan al Señor de los libros con los brazos abiertos, y muchos más textos.

El Señor de los libros también hizo llegar hasta un grupo de excombatientes de las Farc -la guerrilla que azotó la región durante 50 años y firmó en 2016 un acuerdo de paz con el Gobierno colombiano- decenas de ejemplares de Nobel de literatura como el colombiano Gabriel García Márquez, o el peruano Mario Vargas Llosa.

'La lectura es el símbolo de la paz y de la esperanza en nuestro país. Si a mí un libro me cambió la vida, imagínese el impacto de un texto en uno de esos lugares que ha sido víctima del conflicto armado y del olvido del Estado”, señala Gutierrez.

Tras haber sido despedido en febrero de la empresa de reciclaje de Bogotá en la que trabajaba, Gutierrez y su familia dedican sus días a soñar con la construcción de una biblioteca museo en Bogotá, la cual contaría con un taller de reciclaje, banco de libros y una exposición de reliquias literarias, todo con el objetivo de seguir llevando el maravilloso mundo de la lectura a los sectores más vulnerables del país. Según los cálculos de la fundación, para la construcción de la biblioteca museo serán necesarios 800 millones de pesos colombianos (USD 295 mil), dinero que esperan conseguir pronto.

“El mundo necesita de más acciones como esta, porque en un territorio donde no hay acceso a muchas cosas, un libro se convierte en el símbolo de la esperanza”, dice Gutierrez. Luego agrega: “Oiga, si los humanos nos tratáramos como en muchos de los libros que me he leído, a este planeta solo lo regiría el amor”.