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Orquestas nacionales: la virtualidad no sustituye el sentimiento de estar allí

¿Cuáles han sido las mayores repercusiones en el ámbito de la música una vez llegada la pandemia? Hasta ahora nada es lo mismo...

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30.11.2020

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- A casi nueve meses de anunciado el confinamiento, los teatros, museos, centros culturales y demás espacios artísticos que a su vez funcionaban como sede de los más memorables conciertos a tono de cuerda, viento y percusión siguen sonando a vacío.

El arte y la cultura, como muchas otras industrias en el mundo, se han visto directamente afectados desde que la realidad pasó a ser otra. Particularmente, el covid-19 ha dejado secuelas descomunales en el ámbito de la música a nivel global, y las orquestas de Honduras no son la excepción. ¿Qué ha pasado con ellas?

“Al ser una situación inédita, podría decirse que el impacto para nuestro sector es, de momento, incalculable e incierto. El panorama artístico dio un gran giro para el cual (me atrevo a decir) ninguna orquesta estaba preparada”, introduce Cindy Valladares, presidenta de la junta directiva de la Orquesta Sinfónica de Tegucigalpa.

La cancelación total de los conciertos presenciales implica, según la flautista, no sólo tener que renunciar a la experiencia de cada momento cara a cara con el público, sino también hacer de lado toda una calendarización, organización, proyección y coordinación de actividades que se venían trabajando, en conjunto, desde 2019.

“Por otro lado, ya que la mayoría de agrupaciones musicales no contamos con ninguna subvención del Estado o la empresa privada, esta situación nos ha hecho enfrentarnos de manera directa al déficit estructural del sector cultural de nuestro país. En este sentido, muchos compañeros han optado por buscar salidas económicas en áreas ajenas a la música para poder solventar sus necesidades básicas”, cuenta.

En esa misma línea, Jorge Mejía, fundador de la Asociación Filarmónica Coral de Honduras, expone: “Especialmente difícil ha sido para los músicos itinerantes que dependen de los trabajos eventuales en lugares de entretenimiento, incluso para los artistas de calle. Pero aun las grandes orquestas o teatros del mundo en países altamente desarrollados han tenido que cerrar sus casas por falta de público asistente”.

El maestro denuncia que a la Orquesta Filarmónica de Honduras “le fue prácticamente dado el tiro de gracia al cortársele casi todo el poco presupuesto que tenía para seguir realizando conciertos y contratando músicos, siquiera para trabajar de forma virtual (la Filarmónica virtual). Felizmente, hemos podido seguir subsistiendo con una base mínima”, relata.

A su vez, ambos coinciden en un punto que podría representar la mayor pérdida para todos. “Quizá la más lamentable repercusión sea la sensación de vacío cultural, ya que al no haber oferta, pero sí necesidad de satisfacer emociones con la música, las personas las llenan con cualquier cosa que esté a su mano, provocando un retroceso increíble en el desarrollo de la sociedad. Años de trabajo y logros alcanzados en formación de público se echan por la borda”, apunta Mejía.

Valladares complementa: “Los conciertos de gala generan espacios de formación integral, fortalecen el aprecio y respeto por las artes, proporcionan beneficios a través de la cultura y promueven el sentido de identidad. Como orquesta, esperamos que esta crisis global permita que la población pueda comprender que el arte es un derecho y una necesidad humana”.

Actividad virtual
Incluso paralizadas las presentaciones y demás actividades presenciales, los músicos han logrado mantenerse activos.

El maestro Mejía recuerda que durante los primeros meses hubo una especie de parálisis total en la industria. “Como Orquesta Filarmónica, que no tiene desde hace ya algunos años una plantilla permanente de músicos, al principio pareció no afectar tanto, pero era una falacia. Siendo una institución dependiente de recursos estatales y donaciones, dedicada al fomento de la cultura y no al negocio del entretenimiento musical, no había formas alternativas inmediatas de conseguir fondos”.

“Pero teníamos que mantenernos activos y a flote. En primer lugar, comenzar a producir material para conciertos virtuales y gestionar las transmisiones en medios de comunicación privados o estatales, aunque esto último no se ha logrado aún del todo. Segundo, activar en lo posible las diferentes modalidades de hacer música desde casa y compartirla por medio de redes. Esto se hizo especialmente con los grupos juveniles en alianza con otras organizaciones internacionales como Iberorquestas Juveniles”, comenta.

No obstante, el director confiesa que tratar de adaptarse a las tecnologías de la comunicación conlleva también una carrera contra el tiempo casi imposible de vencer, por la competencia y la necesidad tan pronta de estar al nivel de una posible comercialización.

Desde su vereda, Valladares asegura que: “De las crisis nacen las mejores ideas, y en las emergencias es cuando nos volvemos inventivos. No podemos negar haber encontrado posibilidades de reinventar nuestro proyecto, generar nuevas ideas y fortalecer algunas áreas que antes de la pandemia quizá hubiesen sido impensables”.

Como una estrategia de acercamiento y vinculación con el público, la Sinfónica ha encontrado su principal apoyo precisamente en las nuevas tecnologías. “Con el objetivo de aportar a los procesos de formación musical, hemos logrado constituir espacios para que estudiantes y músicos de alto nivel realicen sesiones virtuales, compartan saberes y presenten diversos enfoques en torno al quehacer musical. Hemos realizado talleres, conversatorios, conferencias y clases magistrales en distintas plataformas con maestros nacionales e internacionales de renombre”, rescata.

Un diciembre diferente…
La temporada decembrina es quizá una de las más esperadas por el público de orquesta y por sus propios miembros, pero los villancicos no sonarán igual este año.

“Diciembre es una época maravillosa para todos, y nosotros como orquesta nos sentimos especialmente emocionados con la música navideña. De hecho, para este año teníamos planificado un concierto muy especial. Sin embargo, nos tocará guardar la sorpresa quizá para 2021”, dice Valladares en representación de la Sinfónica.

“Es indispensable para nosotros la seguridad y bienestar de nuestros músicos, sus familias y todas las personas que nos acompañan en los conciertos. De momento no podemos planificar ninguna actividad presencial para el siguiente mes. No obstante, trataremos de entrar a sus hogares a través de espacios virtuales para que la música de Navidad siga sonando. Nuestro más sincero deseo es que el espíritu navideño se mantenga”, comparte.

Mejía, por su parte, asiente en que “definitivamente los teatros y otros espacios no sonarán igual que otros años. Pero hasta el día de hoy sigo soñando y gestionando, al punto que lograremos hacer un concierto navideño para enviar un mensaje de hermandad y solidaridad a todas las víctimas de los estragos de la pandemia y las catástrofes naturales, aparte de las ya endémicas en nuestro país, como la corrupción y la violencia generalizada. Haremos conciertos semipresenciales transmitidos en vivo, y, en lo posible, algunos presenciales al aire libre. Ello depende de las restricciones en los permisos gubernamentales”, adelanta el director de la Filarmónica.

Entre las mayores enseñanzas con las que ambas orquestas cerrarán un año de actividades virtuales, mientras esperan por la apertura de los espacios que los extrañan, hay concordancia en que no todo ha sido malo. La transformación de los viejos modelos para lograr lo que nunca antes se había hecho, gracias a la virtualidad, sería la ventana abierta a la formación de más público, que seguro estará deseoso de ver a estos artistas actuar en vivo cuando finalmente sea posible.

Un Día del Músico distinto
El 22 de noviembre se conmemoró el Día del Músico. Este año el sentimiento ha sido diferente. “Desde nuestra fundación en 2017 nos hemos propuesto celebrar esta fecha con un concierto interinstitucional que permita la conformación de una megaorquesta y cuyo objetivo principal sea promover la hermandad y el encuentro entre los músicos de Tegucigalpa. Este año extrañamos ese compartir juntos, la magia de hacer música en un escenario, el reto de trabajar una obra sinfónica de grandes dimensiones, la emoción de los aplausos y las sonrisas del público”, dice Valladares.

En contraste, Mejía encuentra una especie de desprendimiento a nivel general. “No sé si en otras partes del mundo, pero Honduras es un país muy sui géneris. Pareciese que no se notara tanto la ausencia de festividades como la del Día del Músico, porque en realidad nunca se han celebrado ‘en grande’. De nuevo, la falta de unidad ha sido casi una constante, que pienso es más bien provocada por la falta de identidad como artistas y como gremio. Se piensa más en el día a día que en la institucionalidad por la cual hay que luchar”.