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Juan C. Fernández: el collage como analogía universal

FOTOGALERÍA
26.07.2019

Tegucigalpa, Honduras
La obra de Juan Carlos Fernández, por lo menos la que mostramos en este trabajo, se configura alrededor del collage, por definición esta técnica consiste en recortar materiales de revistas, periódicos o libros y pegarlos sobre una superficie.

Esta definición, en sí misma reduciría al collage a un ejercicio técnico, pero como veremos más adelante, estamos ante sensibles procesos de construcción visual.

Esta reutilización de la imagen no deja de ir a contracorriente de una demoledora cultura del consumo que aliena nuestra forma de pensar y aceptar el mundo; el artista del collage también busca impedir la cosificación de la realidad construyendo nuevos paradigmas de representación y de reflexión sobre los acontecimientos sociales contemporáneos.

Santiago Amón sostiene que “la invención e introducción del collage ha sido el equivalente de una cura de desintoxicación. Merced a ella, se han librado los pintores, por un momento, de la servidumbre hipnótica de la pasta y del pincel. Han liberado su mano, sus ojos y su espíritu de los encantos, demasiado hechizantes, del color contenido en un tubo”.

Ahora bien, de lo que nadie puede librarse es del deseo de crear y así lo sintió Braque, quien desde la práctica del cubismo introdujo el collage agregando a uno de sus cuadros una inscripción en caracteres tipográficos, no tuvo la menor duda de hallarse a la vista de uno de los más grandes descubrimientos del arte moderno.

Artistas como Picasso, Juan Gris, Boccioni, Arp, Schwitters, entre otros, le dieron una dimensión extraordinaria a este procedimiento al introducir nuevos diálogos entre materiales y un nivel de complejidad que renovó el arte moderno de vanguardia.

La estética de la analogía en la obra de Fernández
El procedimiento esencial en la operación artístico-intelectual de Fernández es la búsqueda, en otras palabras, para construir el objeto necesita obtener en términos físicos el material que servirá de base para construir la imagen; luego procede a seleccionarlo, jerarquizarlo, relacionarlo, conceptualizarlo.

Generalmente no trabaja con una idea preconcebida, aunque no niega que en algunas oportunidades elabora su trabajo sobre un plan definido, pero su búsqueda y redondeo final de la obra está motivada por un “fluir” incesante que mueve todo su horizonte creativo; sostiene que su gesto forma parte de esa energía universal que todo lo integra y lo une, si es así, cada segmento encontrado es un signo que solo existe en diálogo con otro signo; los fragmentos de revistas, las imágenes recortadas y sus ensamblajes finales son signos en rotación, conjunción de energías, más que obras de arte son metáforas de la analogía universal de la que hablaba Octavio Paz.

Esa analogía consiste en definir una cosa o una realidad a partir de lo “otro”, eso otro que nos habita y define es el impulso que nos lleva a esa búsqueda de totalidad, a ese encuentro donde la materia se fusiona para abrir ese abanico de significaciones múltiples que es la obra de arte.

La obra de Juan Carlos Fernández no es lo que vemos como resultado final, su obra está en el gesto creador, en esa energía primigenia fundadora de todo lo existente; sus collages son materia en movimiento, fragmentos que gravitan como constelaciones de signos que giran, se atraen y se repelen y en ese constante hacerse y rehacerse, surge esto que finalmente llamamos obra (la unidad, la totalidad).

Unir lo desigual o lo contradictorio es una operación que solo se da por analogía, solo de esta manera se puede dar esa correspondencia entre el pensamiento y la realidad, entre los mundos opuestos y complementarios de lo visible y lo invisible. Los collages de Fernández son la fusión de realidades desconcertantes y complementarias, es por ello que sus piezas tienen resonancias subrealistas: entre más disimiles, más armoniosas; entre más diversos son sus fragmentos, más compleja e intensa es su unidad.

Sus collages no son sumas de recortes, son fusiones inteligentes de un material que se sensibiliza en el encuentro entre lo patente y lo latente.

Muchas veces los procedimientos de interpretación de estos collages se vuelven inaccesibles porque estos fragmentos construyen relaciones tan complejas que pueden interpretarse como rupturas dentro de la unidad, dislocaciones que retan el mundo de las asociaciones lógicas.

He notado que cuando estos collages se tornan críticos e irónicos construyen imágenes más complejas en su nivel de asociación, este procedimiento fue el mismo que utilizaron dadaístas y surrealistas para escapar del mundo de las apariencias lógicas y adentrarnos en el mundo de las ironías lúcidas que nos hacen ir más allá de lo habitual y rutinario.

Gracias a estos collages podemos recordar que el pensamiento humano tendrá siempre como tarea histórica la búsqueda de lo “otro” para unir lo inconexo, pero, como esa unidad se da en el tiempo, también prepara la ruptura de esa unidad temporal, forjando así nuevas realidades disímiles y contradictorias que habrán de superarse solo por esa operación dialéctica que surge de la analogía.

Las características formales de estos collages
Los collages de Fernández no siguen el mismo procedimiento de las vanguardias dadaístas, cubistas o surrealistas, estas concibieron el collage como un aditivo dentro del espacio pictórico, en alguna medida su función era agregar algo a una imagen ya establecida, en cambio, la propuesta que aquí analizamos define la totalidad de la imagen con la fusión de todos los fragmentos recortados; los collages de Fernández son procedimiento, técnica e imagen total; la imagen es el resultado directo del ensamblaje de los recortes seleccionados y jerarquizados, sus collages no constituyen otra imagen, son la imagen misma.

El material pegado sobre la superficie conforma la totalidad del espacio, no hay fisuras que remitan a otras zonas, curiosamente, esa construcción aleatoria de recortes sí abre otros universos de significación al alterar la realidad.

Estos trabajos ofrecen un alto nivel de complejidad, no se trata de cortar y pegar, es ante todo una operación intelectual que nace de una obsesión sublime: articularlo todo, encontrar sentido en lo diverso, derrocar lógicas, alterar lo reconocible para llevarlo a otro nivel de sentido donde lo inaudito encuentre margen y posibilidad.

Juan Carlos Fernández está experimentando con formatos de mayor tamaño, la ampliación del espacio irremediablemente lo llevará a nuevos retos visuales que sabrá resolver con esa energía poética que palpita en sus manos.