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La dualidad y Picasso, un mundo de mitología y terrenalidad

El pintor nos transporta a un mundo surreal de seres que se mueven en un espectro que va de lo humano a lo mitológico

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22.03.2019

Tegucigalpa, Honduras
“En esta oportunidad, El Gran Vidrio ha invitado al historiador Ariel Martínez, quien desarrolla en un texto muy sintético (compleja tarea para encarar estos grabados) su visión sobre ‘El entierro del Conde de Orgaz y la flauta doble’ de Pablo Picasso. Este espacio confirma así su apertura a lo mejor del arte moderno y contemporáneo”, Carlos Lanza.

Por tercera vez, Honduras y el Museo para la Identidad Nacional se convierten en hogar de uno de los artistas más importantes del siglo XX: Pablo Picasso. Nacido en Málaga, España, en 1881, de padre también artista, y quien se convertiría en uno de los fundadores y principal exponente del cubismo. Considerado el artista más influyente y prolífico de su época, Picasso nos hace una grata e intrigante visita en la forma de dos colecciones de grabados: “El entierro del Conde de Orgaz” y “La flauta doble”. Este conjunto de 28 piezas nos permite explorar no solo la amplia producción artística de Picasso, sino las diferentes estéticas y el imaginario de ideas que construyeron su legado artístico.

El Conde de Orgaz, entre lo divino y lo terrenal
Según la tradición católica española, ocurrió un milagro en que San Esteban y San Agustín bajaron del cielo para personalmente enterrar a Gonzalo Ruiz de Toledo, señor de la villa de Orgaz, en la iglesia de Santo Tomé, como premio por una vida ejemplar de devoción a los santos, humildad y obras de caridad llevadas a cabo.

Entre 1586 y 1588 El Greco, artista cretense, pinta en la Parroquia de Santo Tomé de Toledo esta escena considerada una de las mejores obras del artista; en ella podemos notar una clara división entre lo divino y lo terrenal: en la parte inferior de la pieza encontramos al cuerpo del conde, frío y petrificado, siendo elevado por los santos mientras los asistentes al entierro observan y afirman su mortalidad ante la parte superior de la pieza donde Jesús, la Virgen María y los ángeles -todos cubiertos de luz- representan lo inmortal y lo celestial.

Cuatro siglos después, Picasso retomaría esta historia en su colección de 13 grabados “El entierro del Conde de Orgaz”, donde ya no encontramos la dualidad del mundo divino y el terrenal, sino una completa exaltación del segundo en mención. Esta colección nos presenta escenas deliberadamente surrealistas, en el sentido que Picasso utilizó técnicas propias de esta vanguardia, como la escritura automática, y sacó inspiración del presurrealismo que podemos encontrar en los trabajos grabados de Francisco de Goya, particularmente “Los Caprichos”. Estas escenas nos muestran una terrenalidad constante representada a través del desnudo y lo pecaminoso en escenas sexuales y violentas, dejando de lado cualquier aspecto celestial de la historia.

De esa manera encontramos representados símbolos constantes de la obra de Picasso que nos muestran que, incluso en lo terrenal, existe dualidad… que estamos divididos entre la apariencia que mostramos y los deseos que ocultamos; esto es observable en la escena donde figura una mujer vestida ostentosa y opulentamente, sentada de la manera más correcta frente a un espejo que nos muestra en su reflejo su otro yo: desnuda, recostada y sonriente, acompañada de una imagen de Cupido o Eros, dios del deseo.

Encontrar a Cupido no es coincidencia, pues a lo largo de su obra, Picasso incorporó dentro de su simbolismo diversas figuras mitológicas del clásico romano y griego, resaltando sobre todo las figuras del minotauro y fauno. En diversas escenas se observa la predominante imagen de un fauno -tal vez el conde o tal vez Picasso- coronado y con prendas lujosas, sosteniendo un cetro de sexual virilidad, a quien constantemente encontramos en situaciones pecaminosas que contradicen su digna vestimenta, pero que exaltan su desnudez y sus humanos deseos.

Es así como Picasso nos presenta esta surreal historia de un conde que al morir fue ascendido al cielo por los santos después de una vida virtuosa y recta, después de una vida en la que también fue terrenal y humano, existiendo en esta dualidad que nos caracteriza: lo que aparentamos y lo que somos.

La flauta doble
La dualidad que resaltamos en la primera colección se mantiene constantemente representada en la segunda, pero esta vez de manera más íntima y cercana al artista. “La flauta doble” es un conjunto de 15 grabados lanzados en 1969 en forma de folleto; esta nos presenta una selección de acuarelas y dibujos hechos por Picasso entre 1932 y 1955, que recolectan escenas capturadas entre lo humano y lo mitológico, además de permitirnos viajar a través de las diferentes estéticas y técnicas que el artista exploró con curioso afán a lo largo de su vida.

Esta colección está repleta de personajes y seres de carácter doble, incluido el propio Picasso, que toma formas diferentes para convertirse en símbolo de esta mística dual que tanto marcó su vida y buscó capturar en su obra. La serie comienza con la imagen de un hombre sosteniendo a un cordero, la cual evoca inmediatamente a Jesús, quien resulta ser un símbolo de dos naturalezas, pues es hombre y Dios.

A través de los 15 grabados encontramos dos tipos de escenas: unas en las cuales Picasso nos lleva de nuevo al mundo clásico a través de la figura del minotauro y del fauno -seres que no solo viven en la dualidad, sino que son encarnaciones de esta al ser mitad humanos y mitad bestias- en las que el artista había encontrado un alter ego que le permitía expresar y vivir cosas que no podía experimentar como Picasso.

Las otras escenas son retratos de la vida del Picasso hombre, donde lo encontramos dormido mientras es contemplado por una figura femenina o donde nos presenta retratos de su segunda esposa, Jacqueline Roque, mostrando su lado humano y no fantástico: a Picasso como Picasso. Esto nos asegura la intimidad y cercanía que estos grabados guardan para con la vida del artista y de cómo este vivió moviéndose constantemente entre nuestro mundo y los mitos, yendo de hombre a bestia y a veces mostrándose con un poco de ambos.