Entretenimiento

El cuerpo como espacio del arte

El performance es la metáfora que revela al cuerpo como historia y pasión, como dolor y esperanza

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30.11.2018

Tegucigalpa, Honduras
“Nuestros cuerpos son territorios ocupados, quizá la meta última del performance es descolonizar nuestros cuerpos”.
Guillermo Gómez Peña

Ha concluido el X Festival de Performance “El cuerpo y la ciudad”, el evento ha contado con el apoyo de un equipo de trabajo en el que destaca la figura del artista César Manzanares.

Son 10 años intentando construir una estética que reclama para sí el derecho de discursar desde el escenario del cuerpo en un medio que ha privilegiado a las artes plásticas como su único y legítimo interlocutor con la realidad; preguntémonos entonces si nuestra tradición ha construido una estética del cuerpo.

Pienso que la mayoría de los artistas han tratado el tema del cuerpo en los límites de la bidimensionalidad, es decir, de la representación; esta práctica ha conducido a fomentar una estética que ha entronizado a la “figuración” como premisa fundamental de nuestra modelación plástica, pero ha impedido establecer una verdadera estética del cuerpo.

No es lo mismo utilizar el cuerpo como referente visual, que acercarnos al cuerpo como el lugar de las significaciones; en el primer caso, el cuerpo es modelo para figurar, es objeto pasivo para ser representado; en el segundo, el cuerpo es espacio crítico de reflexión, es un medio para explorar la realidad, es un sistema de signos para indagar comportamientos sociales, políticos o culturales más profundos; esta acepción del cuerpo es la que nos hace falta comprometer en el trabajo artístico local, la no comprensión de este problema es una de las limitantes del performance hondureño.

Nuestra tradición figurativa tiene extraordinarias obras en las que el cuerpo ha sido el gran mecenas de la imagen, pero desde mi perspectiva el performance es el género que mejor permite vehicular los fundamentos de una estética sobre el cuerpo y desde el cuerpo.

Celeste Flores y Nora Buchanan: “Sin permiso para migrar”.

Celeste Flores y Nora Buchanan: “Sin permiso para migrar”.



Este festival intenta construir un nuevo paradigma en el arte hondureño: el cuerpo como espacio del arte. El performance como lenguaje del cuerpo busca revelar nuevos significados, generando a la vez una cultura que impugne los valores tradicionales y proponga nuevas afirmaciones y transgresiones; el arte performático ve en el cuerpo un texto para escribir nuestra historia individual y colectiva; no hay duda de que los distintos festivales de performance manifiestan deudas con este género pero, a pesar de ello, no es menos cierto que hemos tenido felices aproximaciones en los trabajos de artistas como Regina Aguilar, César Manzanares, Jorge Oquelí, entre otros que han intentado sistematizar una estética del cuerpo, pero sus denodados esfuerzos todavía no alcanzan a instalar una nueva tradición.

El cuerpo como signo de contradicciones
El performance ha impugnado la estética de la representación porque esta última no ha sido suficiente para expresar el universo de tensiones sociales que se originan en el cuerpo.

¿En qué consisten esas tensiones sociales? Me refiero a las políticas de desaparición forzosa, las detenciones masivas, la tortura, la exclusión de los cuerpos del espacio público mediante los toques de queda, la represión constante y cotidiana dirigida a grupos sociales determinados, las políticas de control y vigilancia del cuerpo.

Michel Foucault dice que “las relaciones de poder operan sobre él (cuerpo) una presa inmediata, lo cercan, lo marcan, lo doman, lo someten a suplicio, lo fuerzan a unos trabajos, lo obligan a una ceremonia, exigen de él unos signos”; esta cultura del sometimiento se materializa gracias al proceso de disciplinamiento, vigilancia y normalización que se imponen a veces de manera compulsiva, otras veces este procedimiento es más sutil pero no menos degradante, lo que llamamos disciplina en el mundo contemporáneo no es más que ese asfixiante proceso que fiscaliza y controla el comportamiento de los seres humanos en función de los intereses económicos y políticos de quienes ejercen el poder.

Reflexiones críticas sobre el performance hondureño
Este X Festival ya ha cimentado una experiencia desde la cual se pueden generar algunas reflexiones: A mi juicio nuestros performances evidencian un amateurismo notable, por eso hay que seguir insistiendo en los procesos formativos, necesitamos profesionalizar con vigor esta práctica que aún confunde teatralidad con performance. Si el cuerpo es el escenario de nuestro discurso, no es correcto que se diagramen acciones donde el cuerpo sea un elemento secundario o se confunda dentro de un guión donde intervienen otras variantes de significación, de esta manera desplazamos al cuerpo y lo convertimos en un objeto pasivo que se mueve dentro de una referencialidad espacial ya preestablecida.

Luna Flores: “Nosotras esas sujetas”.

Luna Flores: “Nosotras esas sujetas”.



En nuestras prácticas performáticas no está claro el lugar del cuerpo como elemento autónomo de significación; Guillermo Gómez Peña ha dicho que aun cuando el performance implique la utilización de múltiples objetos, no debemos olvidar que el cuerpo es “el ícono central del altar”; en realidad, el cuerpo es el centro absoluto de nuestro universo simbólico, por esto aún no es comprendido en toda su dimensión por nuestros artistas del performance.

Seguimos implementando el performance como si fuese una representación pictórica; la acción es modelada como si el espacio fuera un lienzo donde el cuerpo cumple una función representativa, es decir, como objeto visual y no como el sujeto de todas las tensiones; todavía no se entiende que el cuerpo es la materia prima de toda la acción, es el escenario que exaspera nuestro mundo.

Nuestros performances siguen manifestando una excesiva narratividad, quieren decirlo todo en una acción, eso los acerca a la dramaturgia y no a la gestualidad impugnadora que por naturaleza adopta la estética del cuerpo en el performance.

Un artista debe sentir que en su cuerpo se resuelven todas las contradicciones y conflictos, esta es la única manera de que el público sienta en su propio cuerpo el universo de significaciones que nos propone la acción; por eso el trabajo “Reflexiones sobre la fragilidad II”, de Alexia Miranda (salvadoreña), y “Sin permiso para migrar”, de Celeste Flores (mexicana) en colaboración con Nora Buchanan (hondureña), son ejemplos de trabajos bien logrados, son acciones que en sí mismas encierran una verdadera pedagogía del performance. La delegación internacional del festival aportó experiencia y conocimiento al evento.

El X Festival de Performance también evidencia que hay jóvenes con gran potencialidad como Lía Vallejo y Luna Flores.

Esta es la oportunidad de dar un giro, muchos se acercan a esta práctica por pura emotividad o por simple esnobismo y otros porque desterrados de las artes plásticas, van hacia el performance creyendo que se trata de “soplar y hacer burbujas” (que no deja de ser una acción). El performance es una práctica artística seria, una de las propuestas más humanas del arte contemporáneo, vivir el performance es vivir el drama del mundo en la poesía del cuerpo.