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V Bienal: aún quedan semillas en el desierto

Una bienal es una oportunidad para dialogar con el mundo y no la simple ocasión para obtener un premio

FOTOGALERÍA
16.11.2018

Tegucigalpa, Honduras

“El arte debe perturbar lo cómodo y consolar a los perturbados”.
Banksy

La V Bienal de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), dedicada al maestro Ezequiel Padilla Ayestas (1944-2015), ha confirmado la tesis que he sostenido en los últimos años: el sistema de producción artístico-visual está en crisis, fragmentado y anémico.

A pesar de esta caracterización nada alentadora, el jurado integrado por Andrea Dardón, de Guatemala; Bayardo Blandino, nicaragüense con varios años de residencia en Honduras; y Consuelo Mencheta, de España, diseñó un discurso curatorial que intentó construir vías de diálogo entre las obras seleccionadas, revelando el trabajo de artistas que han tenido una trayectoria sostenida en la plástica hondureña con otros que han empezado a consolidar una práctica artística en el medio y, por último, se articuló un espacio para ofrecer un conjunto de obras en “proceso”, es decir, obras que no lograron consumar un proyecto pero que evidencian avances significativos, son las llamadas obras en potencia.

Los criterios planeados contribuyeron a sostener una plataforma estética en el marco de la bienal, pero no pueden ocultar la crisis de un sistema que, más allá de estos esfuerzos curatoriales, muestra incapacidad de ir más lejos y estar a la altura de las exigencias estéticas del arte contemporáneo.

¿Para qué una bienal?
Una bienal no es una exposición más, ni es un espacio para improvisar con el único propósito de sorprender al jurado y cazar el premio, una bienal es un espacio experimental, no es un fin en sí mismo, a través de ella el artista debe visualizar los objetivos más profundos de su trabajo y establecer la estrategia con la que va a incidir en la cultura artística del país.

Cuando se participa en una bienal el artista debe reflexionar en qué medida su obra va a generar un nuevo programa estético, y cómo se insertará en los discursos artísticos de la región, pero, sobre todo, cómo se propone renovar el sistema de producción artístico.

En esta bienal no vi obras que tuvieran ese comportamiento; hasta las piezas mejor logradas no se movieron de la “zona de confort”, de ese ámbito de seguridad en el que se mueven ciertos artistas que se protegen en la comodidad de lo que ya saben hacer, sin advertir que en tomar riesgos reside lo auténtico de su trabajo. Dicho lo anterior, debo reconocer que ciertas piezas se acercaron a los objetivos de una bienal, son como semillas que germinan en el desierto, veremos si sobreviven en el tiempo.

Las categorías confusas
Las categorías bidimensionales, tridimensionales y audiovideo son confusas, estoy consciente de que los nuevos criterios de artisticidad han borrado las fronteras entre géneros artísticos, pero han propuesto una inteligente interdisciplinariedad a partir de reconocer las características de cada lenguaje, de no ser así, se puede caer en asociaciones arbitrarias.

En tal sentido, en el campo de lo bidimensional no se puede juntar fotografía y pintura porque la categoría de bidimensional no puede ignorar que son lenguajes diferentes, de la misma manera en el campo de lo tridimensional no se pueden juntar instalación con escultura, ni tampoco se puede soslayar que hay videos cuyo concepto puede omitir el audio. Que un artista haga conexiones entre géneros es válido, pero dejando clara la plataforma desde la cual discursará.

Las premiaciones
La obra “Heridas tangibles”, de Scarlett Rovelaz, tuvo un justo premio en la llamada categoría “tridimensional”, escultura de pequeño formato pero de una potencia visual inusitada; he señalado que en esta pieza se conjuga una feliz asociación entre materia y concepto, se ha cuestionado que la obra debió ser “más grande”; en el arte no se debe confundir grande con grandeza y esta pieza de Rovelaz tiene magnificencia y prestancia. El proceso de la artista y el diálogo con este u otro material la llevarán a tomar decisiones sobre el tamaño del formato, por ahora, disfrutemos de esta pieza compacta y genuina.

Dani Barrientos obtiene el primer lugar con su pieza “Los migrantes”, este conjunto resuelto en fotomontaje sintetiza con una retórica y una poética audaz todos los discursos que sobre la migración aparecieron en esta bienal. Se ha cuestionado que este trabajo es tridimensional, en realidad, la fuerza de su construcción reside en una imagen fotográfica que es intensificada por un compuesto de cartas dispuestas dentro de unas cajas, esta retórica amplía el carácter vivencial y antropológico de ese conjunto fotográfico; pero si esta obra no se defiende desde las categorías de la bienal, se defiende como objeto visual.

Víctor López obtiene mención de honor con su obra “Sólo son lésbicos/la siguiente víctima”. Con justicia quiero decir que si esta obra hubiese sido premiada pocos o nadie hubieran discutido este premio por la calidad del trabajo y su poder de contextualización. Este reconocimiento es un homenaje a uno de los artistas más coherentes de la plástica hondureña.

La otra mención de honor recayó en la obra “El triunfo del artificio”, de Samuel Erazo, quien mostró un trabajo técnicamente resuelto, conceptualmente sólido, su poética urbana es una de las mejor logradas en los últimos tiempos, pero de cara a la bienal le faltó una nueva exploración visual, la obra está allí bien concebida, bien conformada, pero sin dejar latentes las nuevas direcciones que su trabajo debe seguir.

La categoría audiovisual fue declara desierta, el jurado argumentó que los trabajos carecían de calidad porque no evidenciaban un conocimiento sobre este género, sin embargo, consintió en exhibir dos videos: “Quema”, de Daniel Valladares, y “En busca del paraíso perdido”, de Pilar Lecineña, indicando con ello que tienen condiciones para transitar hacia un lenguaje competente.

Las perspectivas de la Bienal de la UNAH
No hay duda de que la bienal de la UNAH debe reformular sus bases, entre diversas reformas hay tres que deseo puntualizar: (1) deben clarificarse las categorías, es mejor hablar de géneros artísticos y no forzar las obras a categorías que pueden resultar arbitrarias. (2) Frente a la aparición de lenguajes artísticos complejos, la bienal debe establecer en sus bases las políticas de recepción de esos lenguajes, fue evidente que frente al género instalacional no quedó clara la responsabilidad de los artistas y de la institución, en este caso el CAC. (3) Es necesario incluir formalmente la figura del comisario nacional en las bases de la bienal.

Finalmente, la universidad, como la gran academia hondureña, debe postularse para rearticular el sistema de producción artístico del país, esta articulación debe involucrar a los artistas, críticos, curadores y teóricos del arte, a las instituciones públicas y privadas que tienen responsabilidades con el arte y la cultura, también debe incluir a las revistas y a la prensa escrita y televisada que trabaje con los espacios artísticos.

Es urgente vertebrar este sistema, de lo contrario las bienales están condenadas a desaparecer o convertirse en cualquier cosa, menos en una bienal.