Polideportivo

Del combate al deporte: la tropa de élite brasileña para Rio-2016

Deportistas de alto rendimiento y militares por accidente, serán 145 de los 465 deportistas de la delegación brasileña que el 5 de agosto irrumpirán en el estadio Maracaná
25.07.2016

Brasilia, Brasil
La flecha traza una parábola y golpea el blanco 70 metros más allá. Una y otra vez, el silbido de la cuerda tensada al soltarse resuena en el club del ejército donde entrena Bernardo Oliveira, uno de los 145 militares brasileños que lucharán por una medalla olímpica.

Su ilusión puede medirse en flechas: 350 arrojadas por día, seis veces por semana desde hace cinco años. Unas 546, 00 para llegar a los Juegos Olímpicos de Rio-2016.

Disciplina, sumisión a la jerarquía, estrategia, fortaleza física y mental. Las alegorías entre el deporte y el combate alimentan el sueño de medallas del equipo deportivo de élite del programa militar que, al igual que Oliveira, se prepara para competir entre las playas y los morros de una de las ciudades más idealizadas del planeta.

Deportistas de alto rendimiento y militares por accidente, serán 145 de los 465 deportistas de la delegación brasileña que el 5 de agosto irrumpirán en el estadio Maracaná para la ceremonia inaugural de los primeros Juegos Olímpicos en Sudamérica.

El proyecto fue creado en 2008 pensando en los Juegos Mundiales Militares, que Brasil organizó y ganó tres años después. Pero su éxito trascendió los cuarteles: atletas militares brasileños ganaron cinco de las 17 medallas de Londres-2012 y 67 de las 141 obtenidas en los Juegos Panamericanos de Toronto en 2015.

El almirante Paulo Zuccaro, director del programa, arriesga que en Rio sus deportistas se colgarán 10 de las 30 medallas que espera conseguir Brasil y que podrían colocarlo entre los diez mejores de la competencia.

'Desde el inicio, al programa se le veía un enorme potencial para transformar a Brasil en una potencia olímpica, que es una aspiración que tenemos', sostuvo en una entrevista con la AFP en la base de fusileros de la Armada, en Brasilia.

Mirando a Rusia y a China

Pensado a semejanza de Rusia y China, el programa de deportistas de alto rendimiento del ejército brasileño tiene apenas 76 militares de carrera y 594 atletas civiles seleccionados por concurso o por resultados, que luego reciben una instrucción exprés y alcanzan el grado de sargento tercero.

Sus miembros disponen de la gigantesca infraestructura deportiva y médica de las fuerzas armadas brasileñas y reciben un salario mensual que no les impone limitaciones para buscar patrocinadores privados, usar sus propios técnicos o entrenar fuera de las unidades castrenses.

Algunos pasan todo su día en unidades militares y otros ni siquiera las pisan.

Pero pertenecer no es fácil: si tienen éxito, podrán quedarse en las fuerzas armadas por ocho años, pero si los resultados no los acompañan, o su comportamiento no se ajusta al esperado para el ambiente militar, son dados de baja.

'El deporte imita al combate y los deportistas son buenos militares, o se convierten en buenos militares porque hay valores comunes, como la disciplina, la perseverancia, la jerarquía, el espíritu de equipo y el cumplimiento de las reglas', explicó Zuccaro.

Una obsesión metálica

Con el país en jaque por una vertiginosa crisis política y económica, la fiesta olímpica llega a un Brasil bajo presión para sortear el desánimo actual, y de ser posible, suturar con hilos de oro, plata y bronce la herida que dejó el desastre deportivo del Mundial de fútbol 2014, cuando el pentacampeón Brasil fue humillado en casa por Alemania (7-1).

Colgarse al cuello una presea es la obsesión de Oliveira, el arquero de 23 años del equipo olímpico brasileño que conquistó el bronce en los Panamericanos de Toronto.

'Tenemos potencial de conquistar una medalla', dijo. 'Las fuerzas armadas defienden el país y es lo que nosotros hacemos también. Llevamos la bandera y defendemos el nombre de nuestro país y de cierta forma servimos al país (...) me siento la persona correcta, en el lugar correcto, en el momento correcto', agregó.

Además de ayudar a deportes menores, el programa profesionalizó también modalidades clásicas.

Patrick Lourenço tiene 23 años y boxea hace una década cuando entró al gimnasio de la ONG 'Todos en la Lucha' en el corazón de la favela Vidigal, una barriada carenciada de Rio erigida sobre un morro y que parece que va a derramar sus casas al mar.

'Entrar al equipo militar fue esencial. Pasar por la experiencia de ser soldado. Aprendí mucho sobre compañerismo, compromiso con los horarios y otras cosas, no sólo como atleta. Saber liderar o cómo socorrer a alguien que precisa auxilio. Ya no soy solo Patrick, sino el sargento Patrick', dijo.

Alejado de las tareas de sus 38.000 colegas militares que cuidarán de la seguridad del evento, recuerda los beneficios que consiguió. 'En Rio no tenía dónde ir al gimnasio o una cinta para correr y en las fuerzas armadas puedo usar los equipos de cualquier cuartel', explicó.

En Brasil la iniciativa ganó visibilidad durante los Panamericanos de Toronto, cuando algunos deportistas que subieron al podio comenzaron a hacer la venia cuando izaban la bandera.

Incluso para los atletas civiles se trató de una muestra de respeto y agradecimiento a los Juegos Mundiales Militares, invisible para el gran público pero que podría ser la base del futuro del deporte olímpico local.

Zuccaro no tiene dudas: 'Hay especialistas que dicen que la aspiración de Brasil de devenir potencia olímpica va a depender de la continuidad y el robustecimiento de este programa', sentenció.