Serie 1/3
Tegucigalpa, Honduras
En una cancha de tierra donde las nubes de polvo se levantan cada vez que se patea el balón se moldean las piernas de los futuros mundialistas.
El fútbol menor de Honduras sigue atrasado en comparación a otros países de América Latina donde hay centros de alto rendimiento para su formación.
Las ligas menores de la capital llevan años jugando en potreros y las autoridades que rigen nuestro fútbol no se han preocupado por construir nuevos espacios deportivos. Cada sábado en la cancha de La Vega, el rectángulo de juego se divide en dos partes.
La U-8 hace fútbol en la mitad de la izquierda y la U-10 en la derecha. Mientras tanto, otros equipos de niños se encuentran haciendo sus calentamientos alrededor del terreno.
La cancha está colapsada y es insuficiente para tantos equipos. En promedio se disputan unos 40 partidos (son 70 clubes) cada sábado y a veces se tienen que programar encuentros para los lunes por la tarde.
El principal problema es que no hay donde entrenar y jugar. Hace algunos años estaba disponible la cancha El Birichiche para los niños, pero luego que lo remodelaron las puertas casi se cerraron y solamente la U-14 y U-16 juegan ahí.
Después se habilitaron los campos del Proyecto Gol El Tizatillo, pero como el Comité Ejecutivo pasado de la Federación Nacional de Fútbol (Fenafuth) no les dio el debido cuidado y se acabaron los fondos, esas canchas quedaron inservibles.
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Enfermedades respiratorias
Las enfermedades están a la orden del día en una cancha donde abunda el polvo. “Cada vez que mi hijo se enferma son alrededor de 700 a 1,000 lempiras los que pago en medicamentos. A veces la mamá se enoja cuando ve que el niño llega de la cancha todo tierroso”, contó Pedro Gutiérrez, padre de familia.
Wilson Gómez, periodista y entrenador del Motagua U-10, explicó: “Aquí muchos niños se enferman de las vías respiratorias, los padres me llaman durante la semana y me dicen: ‘Profe, mi hijo no va a poder llegar porque tiene tos o tiene gripe’. Se da mucha enfermedad respiratoria y no podemos seguir así”.
En el invierno, la cancha de La Vega sufre por la lluvia y los partidos se juegan en un lodazal, mientras que en el verano el terreno es árido y hay que estar regando con agua el rectángulo de juego. Aunque la cancha ha recibido algunas “mejoras”, no se cuenta con dogauts para los niños y el entrenador, tampoco hay camerinos. Cada niño debe llegar vestido con su uniforme o cambiarse en el vehículo de su padre. Tampoco hay sanitarios para los pequeños.
Muy poco apoyo
El fútbol amateur sobrevive porque los padres de familia costean los implementos deportivos de sus hijos.
Cada padre se compromete a comprar el uniforme de su hijo, los tacos, chimpinilleras y un balón número 3. Además se paga una mensualidad que sirve para pagarle al entrenador, al árbitro y costear el alquiler de la cancha (entre 300 y 400 lempiras). Solo las Fuerzas Básicas Olimpistas (FBO) y Motagüita tienen la posibilidad de recibir un aporte económico para cubrir con los gastos del campeonato y proporcionan los uniformes de cada niño.
La Fenafuth o la Liga Nacional no tienen un presupuesto destinado para los niños. Hace seis años fue la última vez que la Federación donó implementos deportivos para la niñez.
Los pequeños, por el amor al fútbol, y los padres, que son unos superman, son los héroes de esta triste realidad del fútbol menor en el país...