Honduras

La pesca se ha llevado decenas de almas en La Mosquitia hondureña

En los primeros ocho días de la jornada de captura de langosta en el Caribe, la región de La Mosquitia ya registró la muerte de un cayuquero y un buzo. Estos decesos presagian una temporada fatal.

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07.04.2014

“¡Señor! ¿por qué te llevaste a mi muchacho? él solo tenía 21 años”, le reclamaba a Dios Fidelia Maspin, desconsolada sobre el féretro de su hijo.

Los cantos fúnebres en el dialecto misquito hacían más dolorosa la escena que se suscitaba en aquella humilde casa de madera ubicada en el barrio Punta Caliente, de esta ciudad.

Gente muy humilde desfilaba frente al ataúd, lo observaban detenidamente y sin alcanzar a comprender los misterios de la muerte salían en silencio.

El trágico fallecimiento del cayuquero Morely Manister Maspin, de 21 años de edad, ocurrido el 1 de julio, y el del buzo Maibet Valeriano, siete días después, muestran que la muerte acecha a estos pescadores permanentemente en el mar.

Estos dos decesos en el término de los primeros ocho días de haberse iniciado la pesca de langosta
presagian una nueva temporada fatal.

Morely pereció alcanzado por un rayo cuando esperaba en el banco de pesca Rosalinda, ubicado a unos 150 millas de Caratasca, a su hermano Roger Manister Maspin, que buceaba buscando caracoles.

Según familiares, once días antes, estos hermanos habían partido hacia el mar en el bote caracolero The Queen (La Reina).

Muerte

Eran como las 2:30 de la tarde. Era el último tanque. Yo estaba en el fondo del mar buceando y desde ahí miraba los destellos de los relámpagos, pero nunca pensé que uno de ellos había matado a mi hermano”, explicó Roger.

Recordó que cuando salió a la superficie nadie lo auxilió, como lo hacía normalmente Morely.

“Cuando lo encontré estaba tirado en el cayuco, había mucha sangre, pero pensé que era de los caracoles”, relató.

Según él, al levantarlo vio que su hermano tenía un agujero en la cabeza y empezaba a salirle sangre por los oídos. El cayuco también tenía una perforación y estaba llenándose de agua.

Rememoró que otro buzo y su cayuquero, que pescan cerca, lo auxiliaron y así logró llevar a su hermano hasta el bote pesquero.

“Traté de ayudarlo. No pude hacer nada, estaba muerto”, dijo Roger en medio de la tristeza y las lágrimas. Agobiado por la angustia, contó que puso el cuerpo de su hermano en hielo, tomó uno de los cayucos y salió rumbo a la casa.

De acuerdo con familiares, el día del entierro, el jueves 4 de julio, estos hermanos iban a regresar después de jornadas extenuantes para obtener unas cuantas libras de caracol que se las pagan a 12 lempiras.

Por cada libra de caracol que extrae, el buzo le cancela al cayuquero 3 lempiras, o sea que al final al pescador solo le queda nueve lempiras. Sobre esta relación laboral, Roger reclama un trato más justo y el derecho a una jubilación cuando se ha trabajado muchos años en un bote pesquero.

“Nos tratan con tanta injusticia, aún teniendo conocimiento de que en cualquier momento podemos morir cuando trabajas en el mar, como ocurrió esta vez con mi hermano”, expreso.

Presentimiento

Mientras tanto, Alpha Manister sostuvo que su hermano vivía en Brus Laguna con su esposa e hijo, pero que hacía un mes se había trasladado a Puerto Lempira a buscar trabajo.

Alpha recordó que un día Morely le expresó que “como no había conseguido dinero iría con su hermano al mar, la idea era obtener el dinero para el pasaje de regreso a Brus”.

Incluso antes de irse y como si presintiera algo, me dijo: “Hermana, ojalá que Dios nos vuelva a juntar. Y me recomendó a su hijo”, sostuvo Alpha.

Por su parte, Carlos Manister padre de la víctima pidió al gobierno que implemente alternativas de trabajo en La Mosquitia, para que los jóvenes no tengan que ir a morir al mar.

“Yo tenía diez hijos, se murió una hace años y ahora se me muere otro, ¿y en qué forma? solo me quedan ocho”, lamentó.

Los jóvenes aquí están muriendo sin que el gobierno haga algo. Aunque hay reglas para el buceo, estas no se cumplen. La responsabilidad es tanto del Estado como de los capitanes de las embarcaciones. Hay gente que no tiene capacitación o está aprendiendo y vienen los capitanes y le dan un tanque y solo van a fracasar.

“Estoy acusando a los capitanes porque los tiran a más de 90 pies de profundidad”, manifestó.

Muy afectado por la pérdida de su hijo, el progenitor pidió a las autoridades estatales que tomen medidas para detener el buceo, como técnica de pesca, porque está dejando muchas muertes.

“Que se cancele el buceo y se generen otros tipos de empleo”, exigió.

“Pero hay algo más indignante, el abuso de los empresarios de los barcos y de los capitanes, quienes ven morir a sus trabajadores y aún así no quieren reconocerles nada”, deploró el señor Manister.

Otra víctima

Maibet Valeriano es otro pescador de langosta que pereció en el mar el 8 de julio recién pasado, como consecuencia del buceo a grandes profundidades.

Él fue enterrado el 10 de julio en la comunidad de Barra Patuca, según los nuevos registros de las organizaciones de buzos activos y lisiados.

Conocedores de la pesca de langosta, caracol y pepino sostienen que estos negocios son muy rentables, pero a expensas de la vida de muchos buzos.

Las estadísticas muestran que Honduras es el país en el mundo con más pacientes y muertes por descompresión, generado esto por el buceo a grandes profundidades con equipos que muchas veces -según los mismos pescadores- carecen de mantenimiento.

Mientras las autoridades no controlen la pesca por buceo autónomo, en el mar la muerte seguirá arrebatando muchas vidas, y los cementerios a lo largo de la zona costera de La Mosquitia continuarán llenándose de lápidas y cruces que recordarán a los pescadores, a quienes los gobernantes no fueron capaces de proveerles otra oportunidad de empleo.